viernes, 10 de agosto de 2012

La elegancia del erizo, Muriel Barbery



Decir que La elegancia del erizo es una joya de la literatura es, además de un triste cliché, quedarse corta. Es una bofetada que se encarga de volver al lector a la realidad que es más fácil de olvidar que de reconocer. La historia es conmovedora, los personajes son entrañables y el lector no podrá sino gozar capítulo tras capítulo la belleza de la obra.

Si bien Barbery hace uso de una prosa inteligente y fresca, la narrativa es simplemente un disfraz. Tal como René se empeña en guardar las apariencias, la autora hila las historias de los personajes con la pura intención de llevar al lector a la reflexión de la mano de la filosofía.

La historia es meramente muy sencilla, pues el conflicto se centra en las expectativas de una Jueza de la Humanidad por algo que valga la pena vivir. Y la historia secundaria, la de René, es aquella  que rompe su propio esquema desengañándose, haciendo ver que no porque las cosas sean nombradas de una forma tienen que ser como se espera que sean.

Cada personaje honra el rol que se le ha dado, nadie sobra y nadie falta. Cada diálogo o monólogo tiene un trasfondo importante y hay muchas cosas que diciendo algo querrán decir otra cosa. Leer La elegancia del erizo es descubrir poco a poco y entre líneas una parte de nosotros mismos que quizá no pensamos que estuviera ahí. ¿Cómo estamos seguros de que estamos en el mundo si nadie más nos llama? ¿Qué tan importante es una coma cuando alguien nos dirige unas palabras? Toda esta clase de detalles que pasamos por alto son los que realmente hacen que nuestro viaje por el mundo tenga sentido. Sabemos que amanece cada día, pero nunca volvemos el rostro hacia el cielo.

A pesar de ser un libro muy digerible y fácil de leer, no es para todo el público. Si no se asume con la sensibilidad de apreciar cada palabra, metáfora o referencia al arte y la cultura, es posible que el lector no perciba los sentimientos que la autora ha querido compartir. No es necesario saber acerca de pintura holandesa o conocer enteras las grandes obras de la ópera; sin embargo, una actitud reacia a la empatía puede impedir que la experiencia de descubrir la belleza en este mundo se trunque.

Al final lo que queda del libro, además de lágrimas incontenibles, es la esperanza por apreciar lo bello de la vida, los siempres en los jamases, lo que le da movimiento y razón al día a día, a pesar de que las personas se olvidan de que tienen un corazón que palpita, una mente que reflexiona y un alma que aprecia el arte, el amor y la amistad, sobre todo cuando ésta se encuentra en los rincones menos esperados.