lunes, 16 de abril de 2012

Historias fraccionadas 2


Clementina había estado expuesta a aquéllo sin siquiera darse cuenta. Fueron meses de convivencia y Clemen iba por la vida como si nada, viendo los días ir y venir, ir y venir; a través de sus ojos nublados por la rutina.

Un día tropezó escaleras abajo, cayó de lleno sobre sus manos y rostro. Quedó impávida viendo el mundo al ras del suelo y vio lo que no creía. Era hermoso, había dudado de su existencia. Tomó aquel objeto entre sus manos, era cristalino, liso y tenía muchos lados igualitos. "Prisma", dijo en voz alta para sí misma. Cuando lo alzó al cielo los rayos del sol lo atravesaron y un mundo de colores se desplegó ante sus ojos. Rápidamente, lo guardó, pensó que todos querrían poseerlo. Al llegar a casa repitió el acto y se maravilló como la primera vez. No podía creer que la luz cambiara así de simple gracias a la existencia de "prisma".

Y tan humana como pudo ser, corrió a su cuarto, casó del armario una caja, y el prisma quedó resguardado del mundo en la esquina más oscura que la niña encontró.

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