lunes, 23 de abril de 2012

Historias fraccionadas 3

La niña ñoña a veces no entendía a sus amiguitas, todas siempre lindas. La niña ñoña disfrutaba de documentales, fotografía y libros de aventuras, ficción y un poquito de ciencia.

Ñoña, la niña, prestaba la atención suficiente a ella misma como para no salir con un calcetín de un color, otro de otro y la blusa con la etiqueta de fuera. Y eso sí, siempre peleaba con la mata enfurecida que la genética le había mandado regalar.

Cosa terrible fue cuando la niña ya no era tan niña, pero igual de ñoña, y el mundo y la vida le enviaron muchas, claras y apremiantes, señales de que tenía que verse como toda una señorita.

Preocupada hasta el copete, googleó por aquí y por allá respuestas a preguntas que, según ella, nadie debía preguntar, que simplemente se sabían, pues. En un arranque de ansiedad la ñoña niña corrió a donde sabía que podía encontrar un refugio y quizá unas de esas preciosas respuestas.

Cuando llegó le preguntó al dependiente si no tenía por ahí algún título, enciclopedia o monografía sobre cómo ser una niña.

No hay comentarios:

Publicar un comentario